El amor me enseña a no amar
Aiub. Ioug. Ayub. Ainou. Aiou. Tuve la misma dificultad para pronunciar su nombre árabe, que para entender que nuestro amor no era posible en un mundo imposible.
Este nombre vino a destruir, de algún modo, mi occidente. Inicialmente, este proyecto tenía el propósito de salvar a un hombre que se encontrara en una situación vulnerable, y que ese hombre me salvara a mí de la soledad. Hice un viaje a Tánger (Marruecos) para buscarlo, casarme con él, darle mis papeles de sudaca europeizada y hacer una nueva obra a partir de eso.
Pero apareció Ayoub y el proyecto se desplomó. Su nombre (“el retornado” o “el arrepentido”) es muy popular en los países islámicos: 615 niños así llamados fueron asesinados por el estado sionista de Israel en la franja de Gaza.
Por esos muertos le pongo tu nombre a esta obra que habla de ti, de colonialismo, de Palestina.
Y de todo lo que quiero matar dentro de mí.
Marina Otero