“Apartamento céntrico, bien comunicado, dos habitaciones, fenómenos paranormales” Si lo hubiesen anunciado así nunca lo habrían alquilado. Para el puente, Nati, Ernesto y Pablo, una familia de provincias, no buscan más emociones que visitar los principales atractivos turísticos de la gran ciudad e ir al parque de atracciones, el regalo de cumpleaños del pequeño Pablo. Se instalan en un modesto piso en un bullicioso barrio popular con mucho encanto. Quieren pasar un fin de semana en un alojamiento barato, de gente normal. Y eso es lo que se encuentran nada más entrar, un lugar habitado por los objetos de una familia como ellos, una casa vivida. Satisfechos de haber dado con un lugar “auténtico” y no sentirse parte del turismo irresponsable, se echan a las calles. Pablo observa con asombro la realidad. A sus ojos, la ciudad y sus habitantes se presentan extraños pero fascinantes. De repente la aparente normalidad comienza a torcerse cuando en la casa empiezan a ocurrir cosas extrañas e inexplicables: objetos que caen, luces que se apagan solas, radios que se encienden sin que nadie las toque... El ambiente de la casa despierta la imaginación del niño, cuyos “juegos” inquietan cada vez más a Nati que no puede evitar la sospecha de que en la casa hay algo que amenaza a su familia. A medida que el tiempo pasa, se sienten cada vez más asustados e impotentes por los misterios que rodean a ese piso y la paranoia crece. La casa parece poseída por una plaga de fenómenos paranormales que altera las vidas de todos los que se encuentran en ella. Nadie puede imaginarse los oscuros secretos que esconden esas paredes.