La Casa Be
Creación escénica teatral
Fernando y Margarita viven juntos una relación donde decir “Llueven vacas” se ha convertido en el más falso de los “Te quiero”.
Llueven vacas nos introduce en un hogar donde la violencia de género es el pan de cada día.
Este hogar no debería resultarnos desconocido, ni tan siquiera lejano, o ajeno, vista la proporción de mujeres víctimas de violencia de género que existen en España.
Según el Instituto Nacional de Estadística, cada día 391 mujeres acuden a las comisarías españolas a denunciar malos tratos. Estamos hablando de un total de 142.893 denuncias anuales. Y aún faltan las que callan.
En 2016, 28.000 mujeres solicitaron órdenes de protección o medidas cautelares. 28.000 mujeres consideraron que su vida o su autonomía estaba en riesgo por un hombre, y atención porque no estamos hablando solamente de 28.000 víctimas, a estas les acompaña un mínimo de 28.000 maltratadores que pueden llegar a matar a sus mujeres.
De las 28.000 mujeres, 44 fueron asesinadas. 3 mujeres de cada 1000 amenazadas murieron en su hogar, por convivir con su asesino o haber convivido con él. En una casa así, qué más atrocidades pueden esperarnos. Existe una, que a esto se le llame amor, que a ese oscuro sentimiento reptiliano que habita en ese hogar se le llame amor, y eso es lo que nos encontramos en ese hogar no tan lejano, no tan ajeno, de Fernando y Margarita: un hombre que le dice a su mujer el peor de los tequieros.
Fernando y Margarita nos hablan de tu propio hogar, de tu propia familia o de la familia de la pared de al lado, de esa pareja que viste donde ella se cubría y se excusaba y él era todo presunción y socarronería, de aquella vez que levantaste la mano o quisiste levantarla pero te miraste en el espejo a tiempo y no te reconociste. Que eso no te sirva de consuelo, un asesino tampoco se reconoce, lo que hace es mirar hacia otro lado. No son más valientes que ellas por matar, al contrario, son los seres más deplorables de la existencia. Y, lamentablemente, existen y muy cerca y hacen porque otros no existan. No se puede tolerar la violencia y, a pesar de ello, lo que más sobrecoge y sigue sobrecogiéndome es que una mujer pueda convivir con su asesino.
Llueven vacas querría no existir, pero esta obra grita por cada mujer que ya no está.
Y por desgracia, tiene mucho que gritar. En España, en 2017, en 2018, en 2019...
Ni una menos, no. Ni una menos.